junho 09, 2005

RUI FERREIRA / El dilema de un secretario general

En la madrugada del miércoles, el ex canciller chileno, José Miguel Insulza, era un hombre con un dilema interesante.

Mientras esperaba en los pasillos del Centro de Convenciones de Broward por el texto final de la resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la cual es secretario general, me explicaba que en su opinión una organización que se opone a un gobierno no es necesariamente integrante del tejido social que se conoce como "sociedad civil".

Y el concepto de "sociedad civil" fue, después de la crisis boliviana, el tema que más se debatió en la recién clausurada Asamblea General de la OEA.

"Este tema de la sociedad civil tiene una arista distinta. La imagen es que la sociedad civil son unos grupos de interés, que tienen un interés común, pero el problema también es institucional, el congreso, el ejecutivo, el legislativo y el judicial tienen que tomar las decisiones. En el sistema democrático la sociedades civiles son escuchadas, pero son las autoridades electas las que tienen que intervenir", dijo Insulza.



El problema, es que hacia tres días que Estados Unidos defendía a capa y espada su versión de que las sociedades civiles son el pilar de la democracia y deberían reportarle la Comisión Permanente de la OEA sobre la salud democrática de sus naciones. Una tarea de vigilancia que tan pronto apareció plasmada en la propuesta provocó una andanada de criticas.

Países como Venezuela, Brasil, Chile y México además de Argentina, Uruguay y Colombia, manifestaron claramente que no creen en la necesidad de un mecanismo separado del que se encuentra reflejado en la Carta Democrática Interamericana.

"Señora presidente, la democracia no se impone. Nace del dialogo", le espetó el canciller brasileño Celso Amorim a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en la primera reunión que ella presidió.

Y así, resolvieron el problema - al cabo de 16 horas de conversaciones, con un cocktail y una cena de por medio - dándole potestad al secretario general de decidir que organizaciones de la sociedad civil consultar cuando quiera informarse de lo que sucede en algún país de Latinoamérica.

"Esto es tan vago, que dudo que alguna vez se ponga en practica", dijo un delegado latinoamericano que participó en las conversaciones.

Pero si ese fuera el problema, el secretario Insulza no tendría ningún dilema. El problema es que en la primera declaración que hizo al respecto en la madrugada de ayer, Insulza dio a entender claramente que una organización opositora a un gobierno no es necesariamente parte de la sociedad civil.

"Eso es una versión de la sociedad civil, organizaciones que nacen para un determinado tipo de actividad. En mi país durante la dictadura había muchas organizaciones de esas, organizaciones nacidas para la lucha por la democracia, con un fin especifico. Pero la sociedad civil es mucho más amplia que eso, tiene los sindicatos, las entidades empresariales, las iglesias, las organizaciones de vecino, que son organizaciones mucho más permanentes, y de las cuales depende la solidez del sistema democrático", me dijo Insulza.

Según los diplomáticos del gobierno del presidente Hugo Chávez, la propuesta estadounidense estaba diseñada específicamente para amparar a organizaciones venezolanas de oposición, principalmente Súmate, cuya dirigente principal vio al presidente George W. Bush y a la secretaria Rice en menos de una semana.

Pero la Asamblea General terminó desinflando ese globo y emitió una declaración donde le pide a Insulza que haga algo en lo cual ni él mismo cree.

"Las instituciones de la sociedad civil bien desarrolladas son las que dan base al sistema democrático, no son antagónicas al sistema democrático, no hay un contrapunto autoridad-sociedad civil, la sociedad civil es la democracia", añadió Insulza.

Y la Asamblea General solo decidió dotarlo de la capacidad de escoger sus fuentes, no le definió una metodología para hacerlo. "Eso lo decidiremos más tarde", esclareció un diplomático estadounidense.

Un dilema interesante para el secretario-general de la OEA. Desdoblarse entre lo que le piden y lo que piensa.