julho 07, 2004

Kerry tiene la palabra

por Alejandro Armengol



El senador John Kerry, aspirante a la candidatura presidencial demócrata, debe definir con claridad su política hacia Cuba. Hasta ahora no lo ha hecho. Sus comentarios no van más allá de la intención de una mayor flexibilidad en los viajes a la isla y el oportuno apoyo al embargo. Kerry ha esquivado pronunciarse sobre un elemento clave para el exilio: la política migratoria.

Cuando la administración del presidente George W. Bush repatrió a seis cubanos acusados de secuestrar una embarcación, que luego recibieron condenas en la isla, la comunidad exiliada respondió indignada. Existían precedentes, desde la época del venerado ex mandatario Ronald Reagan, cuando Andrés Rodríguez Hernández --quien llegó de polizón a estas tierras-- fue repatriado para que Fidel Castro lo condenara. Luego la devolución de cubanos recogidos en alta mar se convirtió en norma diaria bajo el mandato de Bill Clinton. Muchos en Miami, sin embargo, alentaron la esperanza de que esta situación cambiaría con la llegada al poder de Bush.



De acuerdo a una carta de prominentes políticos republicanos locales, enviada al Presidente el 12 de agosto del pasado año, existían fundamentos para esa esperanza:

''En el otoño del 2000, como candidato a la presidencia, usted se comprometió en una carta dirigida al congresista Lincoln Díaz-Balart que, como presidente, llevaría a cabo una exhaustiva revisión de todas las medidas ejecutivas de Clinton en relación con Cuba, entre ellas el acuerdo migratorio. La comunidad sigue esperando por la prometida revisión'', dice el texto de la misiva, que apareció publicada en El Nuevo Herald y en The Miami Herald.

No sólo la comunidad sigue esperando el prometido cambio en la política migratoria. También da la impresión de que los firmantes se han conformado con el nuevo decreto --que limita los viajes familiares, los envíos y las remesas a la isla-- como respuesta. Es cierto que el conjunto de medidas tendientes a lograr una transición democrática en Cuba es mucho más amplio, pero en la práctica los únicos afectados hasta el momento son las familias de los refugiados.

Es posible que estas medidas le resten votos a Bush en sus aspiraciones a la reelección. Para los cubanos, el fin del régimen castrista no debe ser un problema electoral. Kerry pudiera beneficiarse de un error de cálculo republicano. Esta ganancia marginal resulta secundaria si se piensa en el futuro de la isla. Respecto al tema cubano, las semejanzas en las estrategias de Bush y Kerry superan las diferencias: apoyo al embargo, la transición pacífica, el aumento del envío de información y el mantenimiento de la presión internacional.

La Declaración de principios sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba del aspirante a la candidatura demócrata busca principalmente sacar partido del descontento ante las restricciones recientes. Si la política de Bush se ha caracterizado por los desaciertos, las propuestas de Kerry --por llamarlas de algún modo-- carecen de iniciativa. La diferencia fundamental respecto a Cuba, entre ambos aspirantes a la presidencia, se concreta en que Kerry favorece la apertura, mientras Bush se aferra al aislamiento. Pero la política de apertura de Kerry con los cubanos no avanza mucho más allá de la promesa de restaurar los intercambios cara a cara. Una vuelta a Clinton. Ese es su problema: la incapacidad para generar un verdadero cambio.

El acuerdo migratorio entre Clinton y Castro debe ser revisado. Esta administración no ha llevado a cabo esa labor en cuatro años. Sería ingenuo esperar que lo hiciera en el futuro. Una inmigración ordenada, segura y legal no significa devolver indiscriminadamente a los balseros en alta mar, retener en la Base Naval de Guantánamo a un grupo de disidentes que huyeron de Cuba y garantizar la permanencia en suelo norteamericano sólo a los que cuentan con los recursos necesarios para pagar las sumas exorbitantes que exigen los contrabandistas. Es garantizar que nadie con derecho a asilo sea devuelto a Cuba y permitir a todo refugiado apresado en alta mar la tramitación de su caso en suelo norteamericano, en un proceso abierto al público y con la participación de abogados independientes.

La única forma humanitaria de desanimar a quienes intentan ingresar a esta nación por una vía marítima no autorizada es aumentar la entrada legal de refugiados. Se debe incrementar la cifra de visas otorgadas a los cubanos residentes en la isla --otra promesa olvidada de Bush. Kerry debe expresarse sobre la política injusta de ``pies secos, pies mojados''.

Aquél que piense que el fin de esta política abriría las puertas a un éxodo masivo debe recordar que ''siempre habrá amenazas de inmigración masiva desde Cuba'', mientras Castro esté en el poder, como en su momento supieron expresar los autores de la carta citada.

Desde hace demasiados años, la política del gobierno norteamericano hacia la isla se limita a la inmovilidad en sus rasgos fundamentales y a la retórica de campaña en su superficie. Bush no ha sido una excepción. Hasta ahora, nada hace esperar que Kerry rompa el conjuro.
(C) Alejandro Armengol