PETERS / Sospechas sin evidencias
El columnista Ernesto Betancourt lamenta que los medios oficiales del gobierno de Estados Unidos dejen de refutar los argumentos de Fidel Castro [La batalla informativa contra Castro, El Nuevo Herald, 15 de octubre 2005].
Cualquier persona que escuche una hora del contenido de Radio Martí puede constatar que esa lamentación simplemente no tiene sentido. Parece que en el fondo el señor Betancourt se molesta porque el gobierno de Washington no comparte su concepción muy singular de la realidad.
Se queja, por ejemplo, de la falta de acusaciones fuertes contra el lavado de dinero y narcotráfico del gobierno comunista, temas tratados con frecuencia en sus columnas. En cuanto al lavado de dinero, el último informe del Departamento de Estado pone a Cuba en una categoría de monitoreo, no de preocupación. En cuanto a las drogas, Cuba no aparece en el listado de países de producción o tránsito significativo. Mientras el informe lamenta que Cuba no usa la fuerza contra aviones o embarcaciones de narcotraficantes que pasan por su territorio, menciona también las medidas agresivas de las autoridades cubanas contra el narcotráfico, y la cooperación que se realiza en ciertas ocasiones con autoridades estadounidenses. Es difícil imaginar que la actual Administración, que acusa a Fidel Castro hasta de promover turismo sexual con jóvenes cubanos, dejara de hacer una acusación con relación al narcotráfico si existiera evidencia para sostenerla.
El señor Betancourt quiere que el gobierno de Washington publique un informe sobre los daños causados por la espía Ana Belén Montes, algo que todos queremos leer, pero que al publicarse causaría aún más daño a la seguridad de nuestro país. Nos dice que se oculta el daño a nuestra seguridad causado por las actividades del profesor Alberto Coll, quien pagó una multa por haber violado regulaciones que gobiernan los viajes a Cuba. No hubo ningún cargo de espionaje en contra del profesor, pero con poca valentía y ninguna evidencia el señor Betancourt vuelve a sugerir calumniosamente que fue así.
Se puede aprender mucho de cualquier figura que conoce al gobierno cubano desde adentro. Pero el señor Betancourt, desde su mundo en que las sospechas se convierten en hechos, busca que su manera de manejar la información se traslade a Radio Martí, una emisora que ya tiene problemas de credibilidad. Si tiene éxito, ¿habrá alguien que escuche en Cuba?
Philip Peters/Vicepresidente/Lexington Institute/Arlington, VA
Cualquier persona que escuche una hora del contenido de Radio Martí puede constatar que esa lamentación simplemente no tiene sentido. Parece que en el fondo el señor Betancourt se molesta porque el gobierno de Washington no comparte su concepción muy singular de la realidad.
Se queja, por ejemplo, de la falta de acusaciones fuertes contra el lavado de dinero y narcotráfico del gobierno comunista, temas tratados con frecuencia en sus columnas. En cuanto al lavado de dinero, el último informe del Departamento de Estado pone a Cuba en una categoría de monitoreo, no de preocupación. En cuanto a las drogas, Cuba no aparece en el listado de países de producción o tránsito significativo. Mientras el informe lamenta que Cuba no usa la fuerza contra aviones o embarcaciones de narcotraficantes que pasan por su territorio, menciona también las medidas agresivas de las autoridades cubanas contra el narcotráfico, y la cooperación que se realiza en ciertas ocasiones con autoridades estadounidenses. Es difícil imaginar que la actual Administración, que acusa a Fidel Castro hasta de promover turismo sexual con jóvenes cubanos, dejara de hacer una acusación con relación al narcotráfico si existiera evidencia para sostenerla.
El señor Betancourt quiere que el gobierno de Washington publique un informe sobre los daños causados por la espía Ana Belén Montes, algo que todos queremos leer, pero que al publicarse causaría aún más daño a la seguridad de nuestro país. Nos dice que se oculta el daño a nuestra seguridad causado por las actividades del profesor Alberto Coll, quien pagó una multa por haber violado regulaciones que gobiernan los viajes a Cuba. No hubo ningún cargo de espionaje en contra del profesor, pero con poca valentía y ninguna evidencia el señor Betancourt vuelve a sugerir calumniosamente que fue así.
Se puede aprender mucho de cualquier figura que conoce al gobierno cubano desde adentro. Pero el señor Betancourt, desde su mundo en que las sospechas se convierten en hechos, busca que su manera de manejar la información se traslade a Radio Martí, una emisora que ya tiene problemas de credibilidad. Si tiene éxito, ¿habrá alguien que escuche en Cuba?
Philip Peters/Vicepresidente/Lexington Institute/Arlington, VA
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