PRESIDENCIAIS / El Mundo (Espanha)
PORTUGAL ELIGE NUEVO PRESIDENTE
Elecciones o antídoto contra el pesimismo
El vencedor de las elecciones será el cuarto presidente portugués de carácter constitucional, el sexto desde la Revolución de los Claveles. Dará el relevo a Jorge Sampaio, inquilino del Palacio de Belém desde 1996, cuando venció al actual candidato centrista Cavaco Silva. Sampaio sustituyó a su vez a otro de los aspirantes de este domingo, Mario Soares, que ocupó la presidencia durante una década. Viejos conocidos, por tanto, en esta contienda electoral.
Los principales candidatos son el conservador Cavaco Silva y los socialistas Manuel Alegre y Mario Soares. A ellos se suman otros tres aspirantes de la izquierda: el comunista Jerónimo de Sousa, el radical Francisco Lousá y el abogado Antonio García Pereira, apoyado por la extrema izquierda.
A pesar de que esta orientación ideológica cuenta con un espectro más amplio de posibilidades, es Cavaco Silva quien conseguirá la victoria a juzgar por los sondeos, que le vaticinan incluso una mayoría absoluta. Podría cosechar entre un 52% y un 53% de los votos, lo que evitaría una segunda vuelta, por la que luchan con ahínco los candidatos de izquierda.
El poeta Manuel Alegre, sin apoyo del Partido Socialista (PS), del que es dirigente, puede ser el segundo candidato más votado, con porcentajes que varían desde el 16% al 20%. Y el aspirante apoyado por el PS, su histórico líder y ex presidente Mario Soares, podría quedar tercero, con porcentajes calculados entre el 12,4% y el 16%.
Pesimismo y crisis económica
Los portugueses sueñan con que el resultado de las elecciones ayude a vencer el ambiente pesimista causado por la crisis económica y devuelva al país a la senda de la convergencia europea.
Los principales candidatos coinciden en la necesidad de cambiar el rumbo de un país cuyos ciudadanos parecen resignados a ver cotidianamente cómo empeora su nivel de vida, especialmente en relación a España, vecino con el que les gusta compararse.
Con poco más de 10,5 millones de habitantes y 91.947 kilómetros cuadrados de superficie, Portugal hace frente a una crisis que data de 2000 y ha visto cómo en 2005 la tasa de desempleo subía hasta el 7,7%, nivel desconocido hasta ahora. La pérdida de empleo ha hecho sonar las alarmas al comprobarse que zonas emblemáticas como Lisboa, auténtico motor económico luso, ya registra un 9% de paro.
Pero el mayor problema son las cuentas públicas; el Banco de Portugal difundió la pasada primavera un informe que cifraba el déficit público en el 6,83% del producto interior bruto (PIB), el peor de la zona euro.
El primer ministro socialista, José Sócrates, anunció medidas de choque, muchas de ellas impopulares, para cumplir el Programa europeo de Estabilidad y Crecimiento (PEC) para el periodo 2005-2009.
Portugal sufre además una alarmante falta de competitividad de sus trabajadores, los menos productivos entre los primeros 15 miembros de la UE.
De acuerdo con estos datos, ha cundido en el país la opinión de que el próximo presidente debe ayudar al Gobierno socialista, que apuesta por medidas de choque para mejorar la cualificación de los trabajadores, y por invertir en grandes obras públicas.
Elecciones o antídoto contra el pesimismo
El vencedor de las elecciones será el cuarto presidente portugués de carácter constitucional, el sexto desde la Revolución de los Claveles. Dará el relevo a Jorge Sampaio, inquilino del Palacio de Belém desde 1996, cuando venció al actual candidato centrista Cavaco Silva. Sampaio sustituyó a su vez a otro de los aspirantes de este domingo, Mario Soares, que ocupó la presidencia durante una década. Viejos conocidos, por tanto, en esta contienda electoral.
Los principales candidatos son el conservador Cavaco Silva y los socialistas Manuel Alegre y Mario Soares. A ellos se suman otros tres aspirantes de la izquierda: el comunista Jerónimo de Sousa, el radical Francisco Lousá y el abogado Antonio García Pereira, apoyado por la extrema izquierda.
A pesar de que esta orientación ideológica cuenta con un espectro más amplio de posibilidades, es Cavaco Silva quien conseguirá la victoria a juzgar por los sondeos, que le vaticinan incluso una mayoría absoluta. Podría cosechar entre un 52% y un 53% de los votos, lo que evitaría una segunda vuelta, por la que luchan con ahínco los candidatos de izquierda.
El poeta Manuel Alegre, sin apoyo del Partido Socialista (PS), del que es dirigente, puede ser el segundo candidato más votado, con porcentajes que varían desde el 16% al 20%. Y el aspirante apoyado por el PS, su histórico líder y ex presidente Mario Soares, podría quedar tercero, con porcentajes calculados entre el 12,4% y el 16%.
Pesimismo y crisis económica
Los portugueses sueñan con que el resultado de las elecciones ayude a vencer el ambiente pesimista causado por la crisis económica y devuelva al país a la senda de la convergencia europea.
Los principales candidatos coinciden en la necesidad de cambiar el rumbo de un país cuyos ciudadanos parecen resignados a ver cotidianamente cómo empeora su nivel de vida, especialmente en relación a España, vecino con el que les gusta compararse.
Con poco más de 10,5 millones de habitantes y 91.947 kilómetros cuadrados de superficie, Portugal hace frente a una crisis que data de 2000 y ha visto cómo en 2005 la tasa de desempleo subía hasta el 7,7%, nivel desconocido hasta ahora. La pérdida de empleo ha hecho sonar las alarmas al comprobarse que zonas emblemáticas como Lisboa, auténtico motor económico luso, ya registra un 9% de paro.
Pero el mayor problema son las cuentas públicas; el Banco de Portugal difundió la pasada primavera un informe que cifraba el déficit público en el 6,83% del producto interior bruto (PIB), el peor de la zona euro.
El primer ministro socialista, José Sócrates, anunció medidas de choque, muchas de ellas impopulares, para cumplir el Programa europeo de Estabilidad y Crecimiento (PEC) para el periodo 2005-2009.
Portugal sufre además una alarmante falta de competitividad de sus trabajadores, los menos productivos entre los primeros 15 miembros de la UE.
De acuerdo con estos datos, ha cundido en el país la opinión de que el próximo presidente debe ayudar al Gobierno socialista, que apuesta por medidas de choque para mejorar la cualificación de los trabajadores, y por invertir en grandes obras públicas.
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